Dra. Norma Carricaburo
CONICET
Academia Argentina de Letras
Hasta hace pocos años, antes de los mensajes de texto, del correo electrónico, del chateo, nos sentíamos cómodos y seguros en la utilización establecida de los códigos de legibilidad. Tal vez, algunas vacilaciones en algunos usos, desde luego, a las que no escapa ni la Ortografía de la Real Academia, pero en donde todo está bastante pautado: la ortografía de las palabras, el uso de la tilde, los signos de puntuación, los sistemas de citas, etc. Esa comodidad nos hacía pensar en una utilización natural y lógica de códigos que parecían venir desde siempre y que se extenderían para siempre.
Sin embargo, con la llegada de Internet hubo que adaptarse a otras reglas y hemos aprendido a leer los sustantivos propios con minúscula, al igual que cuando se inicia un párrafo o después de punto y seguido (cuando lo hay), y se sabe que cuando se escriben las palabras con mayúsculas se trata de gritos o de énfasis. La ortografía se ha vuelto lábil. Se ha recuperado la cantidad, propia de la voz, que se aplica a la multiplicación tanto de vocales como de consonantes. Los signos matemáticos se incorporan a la sintaxis e, incluso, a la palabra (adem+, bar2, etc.), y un signo de interrogación reemplaza a un pronombre interrogativo o a toda una oración, entre otras novedades. En los emoticonos, punto, punto y coma, dos puntos, guión, paréntesis y corchetes sirven para ofrecer sonrisas, y con ángulos, guiones y una arroba se puede regalar una rosa.
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