lunes, 11 de octubre de 2010

Víctor Hugo: el poeta en el Romanticismo


UN POETA ES UN MUNDO

Un poeta es un mundo encerrado en un hombre.
Plauto en su cráneo oscuro sentía hormiguear Roma;
Melesígenes, ciego y vidente soberano
Cuya ceguera obstinada entristecía sus ojos,
Tenía en sí a Calcas, a Héctor, a Patroclo y a Aquiles;
Prometeo encadenado forcejeaba en Esquilo;
Rabelais lleva en sí un siglo; e incluso nada es más cierto
Que siempre los pensadores coronados con su luz,
Desde Homero inagotable hasta el más profundo Shakespeare,
Todos los santos poetas, parecidos a las madres,
Han sentido a muchos hombres removerse en sus entrañas,
El primero al rey Príamo, y el segundo al rey Lear.


Su fruto crece en su frente como en vientre de mujer.
Van a soñar a lugares desiertos, tienen en su alma
Brotes del azul eterno que resplandece y sonríe;
O bien están melancólicos, y en su espíritu sombrío
Escuchan carros que ruedan y van cargado de truenos.
Estos grandes visionarios caminan siempre azorados.
Tan adelantados van, que no saben nada más.
Arquíloco va apoyándose sobre el yambo cojeando,
Eurípides va escuchando a Minos, Fedra y el incesto.
Molière ve venir con él a su taciturno Alcestes,
A Arnolfo con Inés, a la aurora con el búho,
Y a la sabiduría en lloros con la risa de un loco.
Cervantes pálido y dulce conversa con Don Quijote;
Al oído de Job, Satán disfrazado cuchichea;
Dante sondea el abismo que se abre a su pensamiento;
Horacio ve danzar a los faunos de ojos verdes,
Y Marlowe sigue de lejos en el fondo de los bosques
El negro aquelarre huyendo con su jauría en la sombra.

Y así pues, rodeado por esta muchedumbre invisible,
Para la gran creación, el poeta es sagrado.
La hierba es para él más blanda y la cueva acogedora;
Cuando él anda sobre el musgo, Pan se queda callado;
La naturaleza, viendo distraído a su gran niño,
Vela sobre él; y si acaso hay una trampa en el bosque,
La zarza desde un rincón, tirándole de la manga,
Dice: ¡No vayas por ahí! Bajo sus pies la brusela
Se estremece; y en el nido, en el breñal que se agita,
En la hoja, una voz, confundida con el viento,
Se pone a murmurar: –¡Éste es Shakespeare con Macbeth!
–¡Ése es Molière con Don Juan! –¡Aquél Dante con Beatriz!
Ante él la hiedra se aparta, los matorrales, como grifos,
Retiran su arisca espina, y las encinas gigantes,
Mudas, dejan caminar bajo sus espesas copas
A estos grandes espíritus hablando con sus fantasmas.

La leyenda de los siglos, 1859-1883. Traducción de José Manuel Losada Goya.

No hay comentarios:

Publicar un comentario